miércoles, 20 de enero de 2021

“La paloma gaucha”, Carola Lorenzini

 Soy Carola Lorenzini, nací el 15 de agosto de 1899, nací el día de la asunción de María al Cielo.

Mi padre se llamaba José Lorenzini, apellido que parece haberse originado en el área central de las regiones de Toscana, Emilia Romagna, Marche y mi madre se llamaba Luisa Piana,  también un apellido de origen italiano de la región de Liguaria, su significado genérico es "chi sta, chi abita in pianura”. Soy criolla y tengo una gran cariño por las tradiciones rurales autóctonas de Argentina, tengo la costumbre de vestir bombachas criollas, botas y campera de cuero, lo que me valió el apodo de “Paloma Gaucha”.

Nací en la localidad de Empalme San Vicente, provincia de Buenos Aires, lo que ahora es Alejandro Korn desde mayo de 1960 en honor al médico y filósofo Alejandro Korn, quien fue el primer funcionario universitario en América Latina en ser elegido con el voto estudiantil y está considerado como el iniciador del pensamiento filosófico en la Argentina.

Fui la séptima hija de ocho hermanos, por lo tanto si todos mis hermanos hubieran sido mujeres me hubiera correspondido la ley 20.843 de padrinazgo presidencial.

Desde pequeña me gustaron los deportes, me destaqué en equitación, remo, atletismo, salto, jabalina, hockey, pelota a paleta, básquet , tenis y en 1925 llegue a ser campeona de atletismo, también fui la primer mujer que condujo un automóvil por las calles de San Vicente.

Cuando cumplí  20 años, me anoté en la Escuela Underwood, donde aprendí mecanografía y taquigrafía. Durante el día trabajaba en una empresa de productos químicos y de noche iba a la academia para formarme en aquel oficio porque necesitaba trabajar para ayudar a mi familia.

Tuve la suerte que un día gracias a la recomendación de una docente pude entrar a trabajar en la Unión Telefónica y obtuve un puesto que era codiciado por aquellos tiempos.  A diario viajaba desde el Conurbano hasta el centro porteño para trabajar, mientras seguía participando en el tiempo que me quedaba libre de distintas competencias deportivas, en las que gane muchos trofeos.

Pero mi gran sueño siempre fue volar, a los 11 años de edad le dije a una vez mi madre: “Si los pájaros vuelan, ¿por qué no voy a poder volar yo?".

En el año 1931 envié muchas cartas y reiterados pedidos de ingreso al Aero Club Argentino de Seis de Septiembre, hasta que fui aceptada. Al ser aceptada tuve que vender mi bicicleta y un diccionario enciclopédico compuesto por varios volúmenes para poder juntar los 600 pesos que costaba el curso de piloto. Durante el curso me levantaba a las tres y media de la mañana para alcanzar el tren de las cuatro y dos minutos y a las cinco estaba en Morón para poder volar con el primer instructor de turno.

A los tres meses de práctica obtuve el carnet de piloto civil internacional, con casi 20 horas de vuelo. Mi primer vuelo importante fue el 4 de noviembre de 1933, ese día pase a ser la esposa del aire, de los espacios, mi vida pasó a ser una verdadera aventura.

En el año 1935 logré mi primera gran hazaña a bordo de un Fleet 51 con el que cruce el Río de la Plata, no tenía brújula el avión y para colmo cuando comencé a descender me falló el altímetro con lo cual a pura intuición logré completar la maniobra.

Otro de mis sueños cumplidos fue recorrer el país por el aire y lo pude cumplir en el año 1938 a bordo de un avión Focke Wulf, visité 14 provincias, me esperaban multitudes para verme hacer acrobacias y aplaudían al verme aterrizar. Una vez caí cerca de Posadas, debido al impacto el avión perdió sus alas y el tren de aterrizaje, yo estaba en una inmensa soledad con la nariz y un ojo lastimado comencé a caminar entre los bañados, con los pies que me hervían porque llevaba medias gruesas, caminé seis horas hasta encontrar una choza, luego hice una jornada igual a caballo para hallar un lugar donde poder comunicar mi caída.

Un día mi jefe en la empresa telefónica me dijo que debía elegir entre mi empleo o la aviación y yo le conteste que las dos cosas me eran igualmente necesarias, una, para comer; la otra para vivir. Después de 16 años de trabajo, decidieron dejarme cesante.

 Entonces decidí escribirle al presidente Roberto M. Ortiz para pedirle un empleo y conseguí un empleo como instructora de vuelo.

En 1941 llegó a la Argentina un grupo de aviadoras uruguayas y decidí brindarles una despedida con acrobacias el domingo 23 de noviembre, les iba a demostrar a las uruguayas quiénes somos las argentinas.  Nos sacamos una foto con las aviadoras uruguayas Blanca Modernell y Laura Machado Bores, me coloqué mis antiparras y  luego subí a un Focke-Wulf Fw44, un avión que yo solía volar habitualmente.

Primero tomé mucha altura, para luego bajar a toda velocidad haciendo mi célebre looping invertido, hice una tremenda pasada rasante con la que los obligue a agacharse a todos los presentes y escuche los aplausos al pasar, me salió perfecto,  con esta acrobacia ya quede inmortalizada en la memoria del pueblo argentino, misión cumplida, ya puedo desplegar mis alas y ascender al cielo.

Un día despertarás y ya no habrá más tiempo para hacer las cosas que siempre has querido hacer, hazlas ahora”. 





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